viernes, noviembre 16, 2007

Jesucristo Súper Estrella II



Me cabreo de estar con los brazos en cruz

Son las nueve de la noche
es viernes

Entonces bajo del madero instalado en Huérfanos y Ahumada
guardo en el bolso deportivo la corona de espinas de plumavit
el madero de cartón piedra
el frasco con salsa de tomates y la manguerita
con lágrimas de payaso

(para el agua que mana del costado)

cubro mi anoréxica desnudez con un raído abrigo negro
cuento 30 monedas dejadas por un conmovido público
y echo a caminar

fumando por Puente

rumbo al cabaret aledaño al Mercado Central
donde oficio de
María Magdalena

(Publicado en Foro Espacio Cultural)

El día del Apocalipsis


Cuando el Rodrigo de Triana alienígena gritó “¡Tierra a la Vista!”, sin saber lo certero que era, y cuando microsegundos después sus huestes apocalípticas tomaron posesión de la superficie del Nuevo Mundo al grito de “¡Exterminio a la Gran Babilonia!”, yéndose enseguida a otra galaxia mientras en su rededor todo ardía como en una película de los terminators de Hollywood, los únicos sobrevivientes para repoblar la Tierra fueron los obedientes chilenos que en las catacumbas del Metro, cuando éste se detuvo, acataron quietos la orden amarilla que decía: “En caso de un imprevisto, espere instrucciones del personal del Metro”.

El muro de Candaules


Mira, amor, este muro travestido en una obra de arte. El hueco negro de la puerta, la tierra recocida del adobe, el ajado estuco blanco, las tres tablas como lágrimas. Colgado en la pared del comedor es la memoria de ese burdel de Esmeralda aplastado por un mall.
Estabas hermosa cuando, adosada a esa puerta, riendo coqueta con tus labios rojos y tu boina francesa, jugaste a invitarme: “¿Vamos, lindo?”, imitando a las de verdad. Después te pedí entrar con clientes. Y te vi salir fumando y rehuyendo la mirada. Tu tristeza quedó en ese muro.